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lunes, 21 de enero de 2019

CASTIGAR LA ESTUPIDEZ


Mariana Patiño

Hace un tiempo leí que México es uno de los países donde la gente manifiesta mayor violencia vía redes sociales[1]. Fue algo con lo que coincidí y sigo haciéndolo, vi mis presentimientos materializados a través de esa investigación. Uno entra por decir algo, a Twitter, cualquier día (admito con pena que sigue siendo mi espacio favorito) y me mentiría a mí misma si dijera que no se maneja un nivel de cinismo, indolencia y agresividad muy alto. Usar la palabra como arma de humillación del otro, convertirla en un medio para descargar irresponsablemente las frustraciones e insatisfacciones personales, y con mayor preocupación apunto: en amenazas y agresiones directas contra todo aquel conocido o desconocido con el que no coincida.

Atacarse a través de internet es una forma de invadir la esfera del otro sin consecuencias, detrás de una pantalla, ridiculizándolo, denigrándolo… ¿Por qué? Porque es fácil. Nadie me va a reprender por poner un “Me divierte” o por responderle a otra persona con insultos. Cuando no hay ningún elemento externo que te exija verdaderamente sacar la cara por lo que manifiestas y haces es muy sencillo teclear la primera idiotez que se te venga a la mente, perder las dimensiones y hasta la cabeza.

Pero eso no es lo más grave. El problema que yo percibo y que se extiende a todas las redes sociales es que cada vez somos más permisivos con los discursos de odio, con la violencia en general. Hablando del caso particular de los mexicanos, bajo la luz de la libertad de expresión y el “humor negro”, que a veces no es sino sacar a relucir nuestra propia insensibilidad y carencia de inteligencia emocional, la incapacidad de ser empático con el otro. Con el que no conozco, con el que no veo y bien podría simplemente dejar de existir y no afectarme en lo absoluto.

Sucede algo como la explosión en Tlahuelilpan y todos tienen algo que decir y opinar… Como país ciertamente atravesamos un momento histórico complejo, con algo tan determinado como el desabasto de gasolina y los problemas lógicos que acarrea. Hay entre la población un malestar general, un enojo y tensión respirables. Pulsiones que encontraron  en la desgracia de otros una válvula de escape momentánea.

Yo, mexicano honrado y trabajador, me regocijo en la muerte de aquellos que se arriesgaron cometiendo una diversidad de ilícitos. Fue consecuencia de sus actos.
Yo, mexicano que todos los días sale de su casa para ganarse un salario dignamente, que hago la fila necesaria para ponerle gasolina a mi carrito y transportarme aplaudo que quien no quiere molestarse en hacer lo mismo haya perdido la vida calcinado. Es lo justo.
Yo, mexicano que detenta una serie de valores y buenas costumbres, de conducta intachable, incapaz de cometer infracción alguna a la ley, carezco del mínimo de sensibilidad como para saber que no se celebra la muerte de nadie, menos debería parecerme algo gracioso o divertido. ¿En qué escala de valores puede uno elegir con qué tragedias ser solidario? ¿Cuánta superioridad moral cabe en el cuerpo de alguien que cree que tiene derecho a determinar quién debe morir y quién no?


Me sorprende muchísimo  la urgencia por tener la razón,  racionalizar el dolor de otros y construir un argumento convincente, con la intención de demostrar que “el oportunismo, abuso y estupidez” de las personas que murieron los convirtieron en acreedores lógicos de lo que les sucedió.

¡Caray! ¿qué ganancia hay en señalar lo obvio? Son hechos evidentes, actuaron con inconsciencia, imprudencia y de forma ignorante. Eso se sabe y no tiene por qué abundarse más al respecto con la autoridad de quien quiere darle lecciones de vida al mundo. ¿Mi estupidez me hace merecedora de la muerte? Cuanta soberbia e indolencia hay en una afirmación de ese tamaño, sin contemplaciones por las necesidades, la realidad y el dolor de una familia.

No soy lenitiva con el delito, no lo justifico. Pero trato de pensar cotidianamente de una forma lógico-proporcional. Desde mi visión del mundo, de la sociedad, de lo bueno y lo malo, no veo cuál es la justicia en morir calcinado por unos litros de gasolina. La justicia no es producto directo ni opera a través de las equivocaciones, no es cruel ni vengativa, ni es un misterioso “obrar del universo”. Es racional, se eleva por encima de las concepciones particulares y actúa coherentemente  con las aspiraciones que busca lograr una sociedad.

Es increíble el doble discurso de aquellos que insisten en argumentar de forma legalista ¡ESTABAN COMETIENDO UN DELITO, ESO ES LO QUE PASA CUANDO ACTÚAS MAL! Pero no se interesan para nada en tomar en cuenta que esos actos están previstos en la ley y que para tales corresponde un determinado proceso y posterior condena. No la muerte.



Por no mencionar lo equívocos y poco acertados que están en su uso de conceptos. No mexicano, esas personas no eran huachicoleros como insistes en llamarlos para legitimar tu discurso y autoconvencerte de que el mundo será un mejor lugar sin esas personas. Los verdaderos huachicoleros no andan “bañándose” en gasolina, ni insisten en permanecer cerca de una zona peligrosa. LOS VERDADEROS HUACHICOLEROS están dentro de PEMEX, avisándole a otros el momento exacto en que pasará la gasolina por el ducto, los verdaderos huachicoleros le venden clandestinamente barriles enteros a las empresas texanas. No el niño o joven que acompañó con un bidón a  efectivamente, su inconsciente padre, no el que solo estaba curioseando sin medir el peligro real al que se exponía. ¿Cómo se atreven a opinar con ese desdén, sin un mínimo de contexto?

Ojalá entendiéramos que ni toda le educación, cultura, grados académicos o dinero alcanzan para distinguirnos como sociedad si carecemos  de calidad (y calidez) humana, de bondad en nuestros pensamientos y actos.

Pueden pensar que el gandallismo es de los peores males de este país y no digo que no sea grave, de una educación y cultura pobrísimos. Pero usted que se burla, que se mofa y celebra, que es menos que indiferente con el dolor de otros, no es espiritualmente mejor persona que ninguno de los afectados.
Admiro y quiero profundamente al México que acudió con comida y cobijas, una muestra de humanidad y apoyo moral, para con las familias que se quedaron esperando para poder identificar los cuerpos de los suyos. Pero aborrezco en sobremanera al pueblo soberbio e hipócrita que es selectivo para dolerse con las tragedias.


[1] México es considerado por la Unión Europea como una de las tres naciones donde más agresividad hay en las redes sociales. Y Roy Campos, director de Consulta Mitofsky, afirma que el 40% aproximado de todas las cuentas de Twitter en México, son utilizadas para atacar. En Riva Palacio, Raymundo, (2017). Twitter para idiotas 20 de Enero de 2019  https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/raymundo-riva-palacio/twitter-para-idiotas

martes, 13 de noviembre de 2018

ADRIANA VS LOS JUECES RESTRICTIVOS


Mariana Patiño Elías

Adriana Barrera Cea es una persona que a principios de 2016, primero ante el Cuarto Juzgado de Santiago, Chile, y posteriormente a mediados del mismo año  ante una Sala de la Corte de Apelaciones de la misma capital chilena, solicitó la rectificación de nombre y sexo registral, de masculino a femenino, por considerar que Oscar Gonzalo, como aparece en su inscripción de nacimiento, no corresponde a su identidad y realidad personal.

Dado su fracaso en la primera instancia y una posterior confirmación de la sentencia de ésta, decide acudir a la Corte Suprema, a través del recurso de casación en el fondo, con el propósito de que se anule la última resolución negativa para con sus solicitudes y se dicte una sentencia de reemplazo.

Pero ¿por qué Adriana no tuvo éxito desde el principio? ¿Qué arguyeron los juzgadores para rechazar sus peticiones? Sin entrar en tecnicismos y apuntes jurídicos complicados, Adriana, quien para 2016  probó que ya contaba con más de cinco años siendo reconocida y llamada por ese nombre, y que además el mantener el de Oscar Gonzalo representaba un menoscabo para su persona, ya que corresponde al de un hombre, en circunstancias  que ella es una mujer, teniendo en cuenta su condición de transexualismo, lo que le producía  constantes situaciones de discriminación y malos tratos acreditados previamente. Dos causales necesarias de acuerdo con el Código Civil chileno para proceder a autorizar el cambio de nombre, imprescindibles y cubiertas por Barrera Cea. Su propósito era a su vez, que se dedujera desde un criterio amplio y lógico que la rectificación de nombre implicaba la de sexo, para contar con un registro que fuera coherente en ambos aspectos, no siendo uno equívoco respecto del otro, dando pie nuevamente a complicaciones y confusiones completamente evitables.

El Cuarto Juzgado Civil falló negativamente. Bajo el argumento de que la legislación chilena no preveía el caso especifico de transexualismo, en lo referente a su petición de cambio de sexo registral. Dicho de otra forma, para los jueces resultó insuficiente la gestión voluntaria de Adriana, su mera manifestación de concebirse a sí misma e identificarse como mujer, sin mediar pruebas o dictámenes médicos que dieran constancia de ello, así como la ausencia de las correspondientes cirugías que modificaran anatómicamente su sexo biológico. Dicha posición fue después confirmada por una Sala de la Corte Apelaciones.  

De lo anterior se puede interpretar que para la justicia chilena, Adriana podría haber sido reconocida y asociada con un nombre de mujer, pero no lo era. No mientras no mediara el aspecto fisico que la distinguiera de los hombres como tal. Escudándose además que en vista de la carencia legislativa que les indicara como resolver su caso, la potestad de interpretar y determinar una decisión les correspondía plenamente a ellos.

En apariencia esto es totalmente lógico, esa es precisamente la función de los jueces, tomar una decisión. Pero ligado a ella tienen la obligación indiscutible de echar mano de toda la información disponible en el tema, no con el fin de volverse peritos en éste, sino de orientar sus sentencias bajo la luz de los convenios, tratados, opiniones internacionales, sentencias previas etc. Que les permitan conjugar el derecho con las necesidades y demandas actuales.  Resulta necesario señalar que la potestad de los jueces les da un amplio margen sí para decidir, aunque decidir  entrañara en este caso ignorar, hacer caso omiso de precedentes nacionales y de instrumentos internacionales como la Convención  Americana de Derechos Humanos, de los principios de Yogyakarta, la Convención Interamericana Contra Toda Forma de Discriminación e Intolerancia, la Relatoría sobre los derechos de las personas LGBTI, de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, etc.

¿Esto es una mera negligencia en su desempeño o un despliegue de arbitrariedad? ¿O acaso  la evidente manifestación de que como personas, con virtudes, creencias, defectos, cultura y prejuicios, ni siquiera los jueces pueden ser totalmente neutrales e imparciales? No es cosa del otro mundo que nadie esté totalmente exento de guiarse y decidir, incluso en aquellas controversias en que no debería, bajo convicciones e ideales íntimos.  El juez, despojado de la investidura que su cargo le otorga, fallara entonces como cualquier otro ser humano, en contra de aquello que no colme satisfactoriamente todos los requisitos que personalmente le puedan convencer. “A falta de ley decido yo” y como tus argumentos no me son lo suficientemente convincentes, naturalmente no te daré la razón. Aquellos a quienes les corresponde decidir conforme a un control amplio y teniendo a su disposición todo el conocimiento y los criterios necesarios, eligen ser restrictivos con los derechos de las personas. Conformarse adoptando el sentido más limitado de la norma.

Imagen: Richard Faust


Tanto en la primera instancia como en la segunda consideraron que la ausencia de los antecedentes médicos que demostraran la reasignación genital de Adriana eran causa suficiente para impedir la rectificación del sexo en su partida de nacimiento, otorgando nulo valor a su verdad personal, como lo sostuviera la solicitante en su recurso ante la Corte Suprema de Chile. Podemos hablar desde el idealismo y lo intangible, haciendo mención del atentado contra su dignidad, a su derecho a la salud, a su bienestar fisico y psíquico, a su vida privada, al libre desarrollo de su personalidad y a la identidad de género que esto representó. Así una larga lista de máximas que no se respetaron y que son imprescindibles para garantizar el bienestar y la calidad de vida de las personas dentro de una sociedad, sin embargo, si sacamos del imaginario estos conceptos y situarlos en categorías jurídicas, sustentadas en documentos legales, vinculantes y de fuerza no cuestionable, es tan sencillo como dirigirse, por mencionar solo uno, a la resolución adoptada por la Asamblea General de la OEA de la que es parte Chile, que señala específicamente “que el reconocimiento de la identidad de las personas es uno de los medios que facilita el ejercicio de los derechos a la personalidad jurídica, al nombre, a la nacionalidad, a la inscripción en el registro civil, a las relaciones familiares, entre otros derechos reconocidos en instrumentos internacionales como la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre y la Convención Americana”. (Asamblea General, Resolución AG/RES. 2362 (XXXVIII-O/08), “Programa Interamericano para el Registro Civil Universal y ‘Derecho a la Identidad’”, de 3 de junio de 2008, y Resolución AG/RES. 2602 (XL-O/10), Derechos Humanos, Orientación Sexual, e Identidad de Género de 8 de junio de 2010. Asimismo, OEA, Comité Jurídico Interamericano, Opinión “sobre el alcance del derecho a la identidad”, resolución CJI/doc. 276/07 rev. 1, de 10 de agosto de 2007, párrs. 11.2 y 18.3.3.)

La Corte concluyó en su opinión consultiva entre otros puntos: …
  • d) El reconocimiento de la afirmación de la identidad sexual y de género como una manifestación de la autonomía personal es un elemento constitutivo y constituyente de la identidad de las personas que se encuentra protegido por la Convención Americana en sus artículos 7 y 11.2 (párr. 98);
  • e) La identidad de género y sexual se encuentra ligada al concepto de libertad, al derecho a la vida privada y a la posibilidad de todo ser humano de autodeterminarse y escoger libremente las opciones y circunstancias que le dan sentido a su existencia, conforme a sus propias convicciones (párr. 93);
  • f) La identidad de género ha sido definida en esta opinión como la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente, pudiendo corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento (párr. 94);
  • g) El sexo, el género, así como las identidades, las funciones y los atributos construidos socialmente a partir de las diferencias biológicas derivadas del sexo asignado al nacer, lejos de constituirse en componentes objetivos e inmutables que individualiza a la persona, por ser un hecho de la naturaleza física o biológica, terminan siendo rasgos que dependen de la apreciación subjetiva de quien lo detenta y descansan en una construcción de la identidad de género auto-percibida relacionada con el libre desarrollo de la personalidad, la autodeterminación sexual y el derecho a la vida privada (párr. 95);
  • h) El derecho a la identidad posee también un valor instrumental para el ejercicio de determinados derechos (párr. 99);
  • i) El reconocimiento de la identidad de género por el Estado resulta de vital importancia para garantizar el pleno goce de los derechos humanos de las personas trans, incluyendo la protección contra la violencia, tortura malos tratos, derecho a la salud, (Para Chile, en virtud del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, Art. 12.) a la educación, empleo, vivienda, acceso a la seguridad social, así como el derecho a la libertad de expresión, y de asociación (párr. 98), y
  • j) El Estado debe asegurar que los individuos de todas las orientaciones sexuales e identidades de género puedan vivir con la misma dignidad y el mismo respeto al que tienen derecho todas las personas (párr. 100).”

Opinión que no es tomada en cuenta atinadamente sino hasta que se presenta el recurso ante la Corte Suprema, que agrega además enfáticamente conforme al particular caso de Adriana Barrera Cea en la nueva sentencia:  

  • Sobre el particular del cambio de nombre y sexo registral, la Corte Interamericana concluyó que “El cambio de nombre, la adecuación de la imagen, así como la rectificación a la mención del sexo o género, en los registros y en los documentos de identidad, para que estos sean acordes a la identidad de género auto-percibida, es un derecho protegido por el artículo 18 (derecho al nombre), pero también por los artículos 3 (derecho al reconocimiento de la personalidad jurídica), 7.1 (derecho a la libertad), 11.2 (derecho a la vida privada) de la Convención Americana. Como consecuencia de lo anterior, de conformidad con la obligación de respetar y garantizar los derechos sin discriminación (artículos 1.1 y 24 de la Convención), y con el deber de adoptar las disposiciones de derecho interno (artículo 2 de la Convención), los Estados están en la obligación de reconocer, regular, y establecer los procedimientos adecuados para tales fines.” (párr.116). Estableció, asimismo, que para este reconocimiento “no [se] podrá[n] requerir que se lleven a cabo intervenciones quirúrgicas totales o parciales ni terapias hormonales, esterilizaciones o modificaciones corporales” (párr. 146). Más bien, los Estados deben contar “con la posibilidad de establecer y decidir sobre el procedimiento más adecuado de conformidad con las características propias de cada contexto y de su derecho interno, los trámites o procedimientos para el cambio de nombre, adecuación de la imagen y rectificación de la referencia al sexo o género, en los registros y en los documentos de identidad para que sean acordes con la identidad de género auto-percibida, independientemente de su naturaleza jurisdiccional o materialmente administrativa , deben cumplir con los requisitos señalados en esta opinión, a saber: a) deben estar enfocados a la adecuación integral de la identidad de género auto-percibida; b) deben estar basados únicamente en el consentimiento libre e informado del solicitante sin que se exijan requisitos como certificaciones médicas y/o psicológicas u otros que puedan resultar irrazonables o patologizantes; c) deben ser confidenciales. Además, los cambios, correcciones o adecuaciones en los registros, y los documentos de identidad no deben reflejar los cambios de conformidad con la identidad de género; d) deben ser expeditos, y en la medida de lo posible, deben tender a la gratuidad, y e) no deben exigir la acreditación de operaciones quirúrgicas y/o hormonales.” (párr. 160).

Argumentos y disposiciones todos que la Corte Suprema en mayo de este año  (2018) empleó para reemplazar la sentencia negativa para con la solicitud de Adriana, quien si no hubiera recurrido, con todo el desgaste emocional y económico que ello implica, tendría que haberse ido a casa con la certeza de que mientras uno viva en una determinada sociedad, no eres, hasta que los otros te reconozcan y acepten como tal. No eres mujer hasta que un documento oficial lo diga. No eres mujer mientras conserves los genitales propios que la comunidad ha determinado como hombre. No eres mujer, ni tienes derecho a serlo si no te sometes a los procedimientos que nosotros te impongamos como imprescindibles, patologizándote, exhibiéndote y haciendo tu asimilación e integración en la comunidad más difícil de lo que probablemente ya ha sido toda tu vida. No quisiera por esto, vulgarizar un tema tan importante invocando factores emotivos, pero la realidad, lo que todo el mundo ve pero ignora voluntariamente, es que el transexualismo sigue tratándose como una condición propia de una confusión, de un desorden mental, algo transitorio que debe someterse a terapia para superarse, no “solaparse” como muchos creen, a través de un reconocimiento jurídico.

A más de uno le resulta sencillamente aberrante todo lo relacionado al transexualismo, se ve como una enfermedad o tendencia propia de la “descomposición social actual” “¿Cómo alguien que nació con testículos y pene se asimila y se siente más cómodo viviendo, actuando y adecuándose en el rol femenino?” El solo planteamiento les molesta, les asquea y en el peor de los casos efervesce dentro de ellos y ellas un odio por aquello que no alcanzan ni desean alcanzar entender. No les interesa la historia, ni la odisea, ni el sentir del otro, son completamente incapaces de sentir empatía porque nunca en su vida podrían verse reflejados en alguien así, les resulta insultante. Lo único que les importa es probar su punto, tener la razón, demostrar… Echando mano de todo tipo de creencias e imposiciones, como que la transexualidad  “ni siquiera es real”.

El papel de los jueces, para sentar precedentes e ir modificando poco a poco la visión de las sociedades es trascendental, actuar de modo limitativo en sus sentencias, invisibilizando sus demandas y contribuyendo a la obstaculización para que todas las personas puedan acceder a los mismos derechos, es totalmente reprochable.

No hay impedimentos legales que no nos permitan ser inclusivos, en lugar de restrictivos, hay impedimentos mentales. Lo que somos, frente a la imposibilidad de aceptar y reconocernos en el otro, entendiendo que cuidar su libertad y dignidad es cuidar la propia.

viernes, 26 de octubre de 2018

¿MÉXICO ES TOLERANTE?




Eduardo Martín Piedra


Recién leía una columna que decía que tolerancia y pluralidad van de la mano, al menos en todo occidente. Carlos Tello decía en ese texto que

Al surgir la conciencia de la pluralidad, surgió también la tolerancia, o su contrario: la intolerancia. En este sentido, la primera fue —es— una condición de la segunda. La pluralidad es un hecho, no un valor. Los individuos y los pueblos tienen, en efecto, ideas muy diversas —a veces contradictorias— sobre el bien y el mal. (Tello, 1997)

Hace muchos años, en tiempos de la revolución cristera varios grupos de católicos manifestaron ser victimas de la represión en el Estado. Dijeron que su libertad de culto y su libertad misma había sido reprimida. En ese momento tenían razón. Era innegable la acción de censura que el estado mexicano había tomado.  Era rotundamente necesario que defendieran su libertad y gracias a eso lo consiguieron.  Ahí el estado NO era ni plural, ni tolerante.  Era por mucho, la primera vez que un grupo cristiano había sufrido en carne viva la intolerancia. Pues con llegada del cristianismo a la mayoría del continente americano se establecieron sus dogmas como únicos. Como prueba, basta recordar la figura de la inquisición, quien era una institución intolerante con otras religiones y prácticas.  

Terminada la etapa cristera -y en el trance de una reconstrucción de identidad nacional- el cristianismo en México se mantuvo encendido y sobre todo poco cuestionado. Hubo distintos grupos religiosos que llegaron a establecerse al país y no hubo mayor disturbio. La situación se comienza a agudizar por ahí de la década del sesenta y setenta con surgimiento de la revolución sexual.  El arribo de movimientos de estilo hippie y la llegada de la segunda ola del feminismo en toda Latinoamérica puso en jaque las formas de planificación familiar planteadas bajo el dogma cristiano, la idea de tener los hijos que dios nos de comenzó a ser sustituida por la posibilidad de que las mujeres emanciparan sus cuerpos y comenzaran a cuestionar sobre el numero de hijos que querían o podían tener. En ese momento los católicos pegaron el grito en el cielo con la llegada del condón y la píldora anticonceptiva, pues de una u otra manera era una forma de alterar el orden monolítico plateado por ellos. Gracias a Dios y al paso del tiempo ese debate fue superado.

Ahora en épocas más contemporáneas y con el postulado feminista de la posibilidad de que las mujeres aborten, el debate sobre la vida, sexualidad y salud reproductiva se vuelve a abrir. Las disputas por parte de quienes están en favor de que las mujeres decidan sobre sí mismas y busquen la asistencia que el Estado les debería brindar han innovado su discurso con la búsqueda de argumentos nuevos que generen discusiones diversas. Y no sólo eso, si no que también se han unido a este tipo de debates otras minorías tales como los movimientos de las chicas trans y demás personas de la comunidad LGBTTTI quienes también abogan por la búsqueda de igualdad de derechos, condiciones y oportunidades para quienes han sido violentados con discriminación y homofobia.


 Quienes se oponen a esto regularmente argumentan que tienen derecho a pensar distinto y que eso es plural y diverso, sin contar las estrategias que en ocasiones tildan de perversas como el tergiversar la información o buscar por otros medios la censura en espacios públicos.

En principio, la búsqueda de estas exigencias por parte de las mujeres y demás colectivos de la población da cuenta de una nueva configuración societal dentro de México, es decir, el abanderamiento de estas nuevas luchas significa una propuesta de pluralidad que México no había tenido durante mucho tiempo, y que ahora se pueda hablar de matrimonio igualitario, de aborto y de otras causas es resultado de la pluralidad y la democratización de ciertos espacios. Mientras que el argumento de la banca católica responde, no sólo a una época pasada, sino que además ignora (a manera de resistencia) este cambio societal, y esto los obliga a ser poco innovadores y refugiarse sólo en decir que estan siendo intolerantes con ellos.  A la luz de todo esto resulta por mucho imparcial.  Pues resulta que estos - los católicos- han tenido la batuta de lo que es plural y lo que no, desde tiempos coloniales. 

Desde de este punto la disputa central gira en torno a lo que es tolerancia y sus implicaciones.  Es menester decir que la palabra Tolerancia tiene dos caras:

La primera tiene que ver si atendemos al significado del verbo “tolerar”, éste lo hallamos en clave negativa: aguantar, soportar, resistir, sufrir, consentir, permitir, etc. El acto de tolerancia presupone, primeramente, la existencia de razones para no admitir una acción, una ideología o una creencia. Por otro lado, el concepto en su cara positiva tiene que ver con una actitud caracterizada por el esfuerzo para reconocer las diferencias y comprender al otro, es decir, reconocer su derecho a ser distinto. (Beltrán, 2004)

Además, esto se hace más complejo cuando no sólo se trata de opiniones simples o debates cortos como el no estar de acuerdo en que comer hoy con los amigos o cual cigarrillo elegir, si no cuando se trata de problemas de convivencia respecto a las minorías, en donde salen a la luz comentarios que resultan producto de prejuicios y estereotipos.  Tal como el caso que la presente columna atiende, el problema de interpretar el sentido positivo de la palabra tolerancia es más complejo que sólo permitir el pensar diferente, de hecho, resulta bastante reduccionista cerrar el debate a justificar que simplemente son ideas que pretenden ser impuestas, en tanto se contraponen con experiencias que grupos sociales minoritarios han vivido y que legitiman sus causas.

De la misma manera. La tolerancia no puede ser nunca absoluta ni incluir cualquier tipo de conducta, ya que entonces los fanáticos y los intolerantes intentarían imponer sus convicciones por la fuerza y sin respetar el Estado de derecho ni las libertades individuales (Baigorri Goñi et al, 2000, pp92)

Ya no estamos en épocas de la inquisición, ni en la censura contra la iglesia como el México de inicios del siglo pasado. Ahora nos enfrentamos no sólo la pluralidad de ideas, sino de formas de vida, de concebir el mundo, en buscar soluciones distintas, en manifestar sexualidades distintas.  Ahora los retos son más complejos que antes. La bancada religiosa tiene que hacer una pausa y repensar en que su derecho a ser distintos no tiene sólo que ver con puntos de vista, sino que influye en las formas de vida de otros, tal como ha pasado durante mucho tiempo. Así como las minorías tienen también que buscarse a sí mismas y pensar en otras estrategias que no sirvan de puente para que otros desvirtúen sus causas.

En México necesitamos hablar de Tolerancia y con ello de todas las implicaciones. Necesitamos transitar ese callejón que aprisiona el debate y comprender los límites que tienen ciertas posturas. Es ese justo el problema, México no es tolerante. La pluralidad existente en el país resulta relativamente novedosa y hasta amenazante a aquellos grupos que hasta hace no mucho estaban acostumbrados a la homogeneidad en sus postulados y dogmas. Desde la época cristera y hasta ahora el orden relacionado con la vida había sido poco cuestionado. Si no nos acostumbramos a ver la tolerancia como una practica y no como una excusa jamás lograremos transitar a una sociedad más justa.

Baigorri Goñi et al., (2000) Los derechos humanos: un proyecto inacabado, Madrid, Ediciones del Laberinto, 2000, p. 92.
Beltrán Gaos, Mónica. (2004). Tolerancia y derechos humanos. Política y cultura, (21), 179-189. Recuperado en 25 de octubre de 2018, de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0188-77422004000100012&lng=es&tlng=es.
Tello Díaz, C (1997) Pluralidad y Tolerancia en Nexos, consultado el 25 de octubre de 2018. Disponible en: https://www.nexos.com.mx/?p=8331


lunes, 15 de octubre de 2018

NO ENSEÑEMOS A LAS MUJERES A CUIDARSE, ENSEÑEMOS A LOS HOMBRES A NO VIOLAR


Gabriela Almanza

Un hombre es muchas veces el testigo cuando a una mujer le dicen “tienes que darte a respetar” o “cuídate, sino los demás no lo harán”. Crece, como la mayoría de las personas, entre constantes comentarios machistas y después, como aprendiz del entorno, los toma para actuar y desarrollarse como resultado de las ideas que le son impuestas.

Le muestran a un hombre desde niño que el respeto a una mujer tiene horario, lugares determinados, y que se pone como un accesorio que sólo combina de acuerdo con la ropa que usa, según si la falda o vestido no son muy cortos (“fácil”) o muy largos (“mojigata”) y si un atuendo muestra y oculta lo que quieren ver, de manera que toda prenda debe buscar el agrado del ojo masculino. Muestran una idea de cómo tiene que lucir para que sea digna de consideración.

Entonces los hombres entran a una lógica aprendida: se respeta a la mujer que se de a respetar, que siga los estándares conforme a los cuales debe lucir y actuar, aquella que no se respete no tiene que ser escuchada o cuidada, por lo mismo no tiene que sorprender que sea abusada por el hombre que entiende que ella es la que hace mal.


Que una mujer hace mal porque se emborracho en una fiesta, que hace mal por creer que puede andar en las calles que quiera a la hora que guste, hace mal al bailar de esa forma, vestir como hace, expresarse de la manera que le plazca y que en general, hace mal por pensar que puede vivir como quiere.

Que un hombre esté educado a no violar, no es tan obvio de enseñar si se ve lo poco que se practica. ¿Qué entiende por abusar de una mujer? Que si es su pareja no sucede la violación, pues todo el tiempo debe estar dispuesta a tener relaciones con él; que si no se ha negado, no está mal, incluso si la mujer no se encuentra en un estado de plena consciencia para tomar decisiones; que si ya llegó hasta la habitación, entonces debe tener sexo, no se puede negar en pleno momento; que puede tocarla todo lo que quiera, si no la penetra no está causando daño o faltándole el respeto a su cuerpo.

“No enseñemos a las mujeres a cuidarse, enseñemos a los hombres a no violar”, que ya bien se sabe que aprender no está solo en palabras, sino en acciones. Que todos los actores involucrados en la formación de un niño deben demostrar que no importa la situación, el lugar o como luce una persona, debe ser respetada, como una regla automática que se tiene que mantener en la mente de alguien desde una edad temprana. Saber para educar, para que la generación que en un futuro sean padres, abuelos o un modelo a seguir para cualquiera, sepa enseñar que el cuerpo de toda mujer es digno de ser tratado con el mismo respeto.

martes, 9 de octubre de 2018

DUELE, LUEGO EXISTO (68-18)


Mas he aquí que toco una llaga: es mi memoria.
Duele, luego es verdad. Sangre con sangre.
Y si la llamo mía traiciono a todos.
Rosario Castellanos

Duele, luego existo (68-18)
Irani Larios

El lenguaje es maravilloso, nos permite nombrar lo intangible, algo que sabemos que existe, pero no sabemos exactamente porqué o cómo. Por ejemplo, dos palabras que me gustan son “memoria” y “utopía”.

Memoria, “un depósito en que bullen, y a la vez eclipsan o sedimentan, los recuerdos que hacen posible la definición de existencia en un presente”[1]. En otras palabras, lo que hace posible definirnos ahora mismo, que da nitidez a nuestra existencia: la capacidad de vincular el pasado con nuestro presente. Somos porque fuimos y seremos porque somos.

La Utopía, el lugar que no existe, lo deseable (el anhelo, la esperanza); como el mejor de los mundos posibles que podemos imaginar. La utopía hacia la que caminamos y, sin embargo, nunca podremos alcanzar, no porque no avancemos, sino por la capacidad infinita de pensar un lugar mejor.

El pasado 2 de octubre se dio lugar a la marcha conmemorativa de los 50 años de la masacre en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco. El movimiento del 68 estaba conformado por estudiantes, profesores, campesinos, intelectuales, amas de casa, entre otros agentes de la sociedad y demandaban la libertad de presos políticos, mayores libertades políticas y civiles, así como la democratización del Estado y el fin del autoritarismo del gobierno del Partido Revolucionario Institucional. Los estudiantes, en particular, exigían la desarticulación del cuerpo de granaderos, así como la destitución de los jefes de la policía preventiva que habían ocupado algunas escuelas desde la mitad del año en cuestión, entre otras cosas. Todo se perpetró el 2 de octubre, diez días antes de la inauguración de los Juegos Olímpicos en nuestro país, mediante la Operación Galeana.

Marchamos alrededor de 45 mil personas desde Tlatelolco hacia el Zócalo capitalino. Pusimos el cuerpo porque es lo único que tenemos para manifestarnos, eso y la rabia y sed de justicia y seguridad. Marchamos con pancartas, música, bailes, consignas, banderas (multicolor, negras, verde/blanco/rojo) y en medio de ese caos, se podían observar destellos de performances. Aquello era una marcha, pero parecía un happening.[2] Nada estaba deliberado en su conjunto, no podíamos controlar lo que el otro hacía, no estaba premeditado: todos éramos espectadores y actores al mismo tiempo.

Se oían las consignas recurrentes: “¿por qué nos asesinan? si somos la esperanza de América Latina”, y al terminar se agregaba: “y tiemblen los machistas, que América Latina será todo feminista”. Los que nos reunimos aquella tarde, pensamos, con palabras como “Esperanza” o “será”, mejores mundos posibles. Mientras marchamos juntos al Zócalo,  pensamos la utopía.

También, se pudo ver que la marcha del 2 de octubre ya no sólo representa al movimiento estudiantil de 1968, sus muertos y desaparecidos, en las consignas estuvieron todos los violentados que siguieron, incluidos los 43 normalistas de Ayotzinapa. La lucha del 68 se ha convertido en la madre de todas las luchas. Durante la marcha sucedió una homogeneización de movimientos, y no es que se quiera enfrascar todo en el mismo recipiente, sino que ése año fue un parteaguas para señalar al Estado como lo que es: responsable de crímenes e injusticias.

Quizá no pensamos que marchar va a cambiar al mundo, pero juntarnos para conmemorar es un acto significativo. La marcha del 2 de octubre rompe con la cotidianidad de la ciudad, tal subversión, siempre predecible, se hace para recordar y sostener, que no perdonamos ni olvidamos. Marchamos porque Tlatelolco somos todos, porque nunca hemos estado exentos de no serlo.

Considero que la capacidad de sentir indignación ante un acto de injusticia es lo que nos hace sentir vivos, espero que el deseo y la lucha por un mejor país sean las causas por las que vivimos. El 2 de octubre no se olvida, y si olvidamos, que sea porque ya no existimos, nunca por indiferencia.

“Donde hay vida, hay lucha”





[1] Ricardo García Duarte, Asbalón Jiménez Becerra & Jaime Wilches Tinjacá, eds. Entre la memoria y el olvido. (Bogotá: Universidad Distrital Francisco José de Caldas, 2012), 18-19.
[2]Término acuñado por Allan Kaprow en 1959. Es una manifestación colectiva que requiere la participación activa del público y en la que el proceso tiene tanto interés, si no más, que el resultado” (https://www.ecured.cu/Happening)

lunes, 8 de octubre de 2018

LA SORPRESA DEL FEMINISMO EN GUANAJUATO




Diana Cortés


Al momento de escribir esta columna sé que tengo dos opciones: Escribirla enojada, porque hay gente que no entiende, porque la discusión se hace eterna, porque los argumentos son siempre los mismos porque no entienden que no entienden. O puedo, por esta vez, escribir desde mi esperanza. Elijo la segunda.

Según datos publicados por el vaticano, México es el segundo país en todo el mundo con el mayor número de personas católicas. Y de acuerdo con el INEGI, el 89.3% de los mexicanos profesa dicha religión. Guanajuato supera el porcentaje nacional pues el 94% de los guanajuatenses es católico. Esto ayuda a explicar muchas cosas.  En Guanajuato Capital es común ver lonas afuera de las iglesias condenando al aborto, es común ver personas en las calles rezando día y noche pidiendo por el feto, es común y explicable.

Una de las únicas veces que en el estado de Guanajuato se ha hablado del aborto, fue en el año 2000, cuando los legisladores del PAN propusieron que este se castigara en todas sus formas, aun cuando fuera producto de una violación. El tema fue noticia nacional, levanto quejas por todo el país y obligo al entonces recién electo presidente Fox a deslindarse del trabajo de sus legisladores locales. Estos finalmente se “tocaron el corazón” y propusieron en cambio que fuera penado con menor severidad. Hasta ahora, el código penal del estado considera el aborto como un delito grave, con los excluyentes de violación y cuando sea incidental. La existencia de estos excluyentes es un fenómeno de alto interés pues se maneja bajo el supuesto de que el aborto es siempre responsabilidad de la mujer, es siempre castigable cuando la sexualidad se ejerce de manera libre y solo puede ser permitido cuando la mujer ha sufrido. En caso de violación no se defiende al feto porque en realidad no se defiende la vida, se castiga la libre expresión de la sexualidad.

El pasado viernes 28 de septiembre se convocó en la capital a una marcha en pro del aborto legal, seguro y gratuito. La cita era a las 3:30 de la tarde en la plaza de la paz, frente a la basílica de Guanajuato, donde ya estaban instalados los católicos con su vigilia de 40 días y 40 noches. Los ánimos no estaban muy altos, los pañuelos azules superaban en número y tenían más organización. El bando verde estaba nervioso. Pero poco a poco fueron llegando más mujeres, hombres, niños y niñas y la cosa cambio. Los pañuelos verdes ahora eran mayoría y con manos temblorosas, pero voz firme exigían derechos y pedían por la vida de las mujeres. Los ánimos fueron subiendo y la protesta se convirtiendo en fiesta. Destacada entre los asistentes había una niña de alrededor de 12 años que acompañada de su papá se hizo de los micrófonos por unos minutos para encabezar las consignas que más les gustaban “ahora que estamos juntas, ahora que si nos ven, abajo el patriarcado se va a caer se va a caer” y todos los asistentes bailaban, las consignas  se cantaban, se disfrutaban. Y es que el ambiente no podía ser de más sororidad, se estaba rodeado de mujeres poderosas, libres y valientes ¿Quién va a poder detener este movimiento? ¿Quién va a poder detener a estas mujeres?

Foto. Salvador Escobar
Guanajuato, acostumbrado a escuchar solo las voces conservadoras y a las elites políticas se encontró con una sorpresa: las mujeres estaban cansadas de seguir en vulnerabilidad y salieron a tomar las calles. Esa tarde de septiembre el movimiento feminista llego para quedarse. Las mujeres se convirtieron en un actor político dispuesto a hacerse escuchar, a hacerse visibles y a luchar todas las batallas que tenga que luchar.

Cuando los cerros de la ciudad se empiezan a pintar de verde da esperanza. Esperanza de que la naturaleza sigue viva y de que en el futuro habrá frutos y flores.  El 28 de septiembre Guanajuato se pinto de verde.

miércoles, 3 de octubre de 2018

CONSIDERACIONES EN RELACIÓN AL ABORTO




Por: Estefanía Porras Barajas

En fechas recientes, el debate sobre la despenalización del aborto se ha posicionado con fuerza en el contexto latinoamericano como resultado de los hechos ocurridos a mediados de este año en Argentina, cuando el movimiento empujado por mujeres, lesbianas, travestis y trans, entró al poder legislativo. El proyecto Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, tenía como finalidad el ejercicio de la plena soberanía de mujeres, niñas y adolescentes sobre sus cuerpos.

Si bien la iniciativa fue detenida por el senado argentino, los efectos se han propagado por el resto del continente con la llamada marea verde, misma que llegó a México y se manifestó en diversas ciudades del país el 28 de septiembre, de la mano con la organización Rosas Rojas y otros colectivos, bajo la consigna: ¡Educación sexual para decidir; anticonceptivos para no abortar; aborto legal, seguro y gratuito para no morir! A razón de lo anterior, es preciso revisar los principales argumentos de cada una de las trincheras.

En términos generales, el aborto refiere a la interrupción de la gestación del feto; puede ocurrir de manera espontánea (o involuntaria), o bien puede ser inducido (o voluntario). El debate se produce entorno a la segunda forma ya que en él cruzan dos derechos fundamentales: la libre decisión de la mujer sobre su cuerpo y el derecho a la vida.
Entre aquellos que se reconocen como pro-vida, los argumentos van en contra de la despenalización del aborto. Bajo esta lógica la suspensión voluntaria de un embarazo supone el delito de homicidio de parentesco, convirtiendo a la mujer en homicida. Así, se considera que deben generarse mecanismos alternativos de atención a problemas como embarazos adolescentes o embarazos en caso de violación, como lo sería el acompañamiento médico y psicológico.

Foto: Olga Medrano. LONGWALKIT CC BY NCND
Sin embargo, los argumentos a favor del aborto se constituyen más allá de “aborto sí o aborto no”, sino que consideran el grueso de factores que producen el acto, como lo son las condiciones socioeconómicas y de violencia en las que ocurren los embarazos no deseados, el acceso a una educación sexual deficiente o conservadora, los vacíos legales cuando las instituciones médicas se niegan a realizar el procedimiento cuando se ha confirmado el caso de violación, etc.

La visión más pragmática para estar a favor del aborto (y a la que suscribe la pluma de esta autora) es que el aborto tiene un impacto en la salud pública, dado que penalizar el acto conduce a prácticas clandestinas bajo condiciones de riesgo para la vida de las mujeres, al ser practicado por ellas mismas, por personas sin preparación técnica o por profesionales médicos en condiciones insalubres.

El aborto ocurre y seguirá ocurriendo para mujeres de distintas clases. Mientras el aborto siga siendo considerado como delito, sobrevivirán aquellas con el poder adquisitivo que les permita solventar la práctica clandestina en condiciones donde su vida no peligre. Quienes no, son condenadas a una maternidad forzada o la muerte.



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